LOS MÁS SATÁNICOS: George Soros (LGBTI, fembots, falsas primaveras, aborteros, BLM, WOKEs)

The Indoctrinators, Part 1: George Soros

por Karen Harradine

El mundo es un lugar mucho más oscuro que hace tres años. Además de la traición de los políticos y la insensatez de millones de personas, gran parte de la culpa de esta Nueva Era Oscura y del sistema feudal que la acompaña recae en cuatro hombres bien conocidos cuya ingeniería social intencionada a lo largo de los años ha socavado las democracias y economías nacionales, y ha creado un terreno fértil para la realización final de su sueño postdemocrático de un mundo global socialista/fascista, controlado por organizaciones supranacionales como las Naciones Unidas (ONU), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, por supuesto, ellos mismos.

Sus nombres son bien conocidos. George Soros (el tema del artículo de hoy), Klaus Schwab y Bill Gates han explotado las políticas anticientíficas y autoritarias de Covid-19 de bloqueos y vacunaciones obligatorias para promover sus ambiciones malignas. Su justificación compartida es el «cambio climático», posiblemente el engaño más exitoso de la historia gracias a la condición de santo del cuarto adoctrinador, David Attenborough.

‘De todas las tiranías, una tiranía sinceramente ejercida por el bien de sus víctimas puede ser la más opresiva’ – C S Lewis

ESCRIBÍ POR PRIMERA VEZ sobre Soros en 2019, señalando el hecho enfermizamente irónico de que bautizara sus fundaciones con el nombre de The Open Society en honor al tratado antitotalitario y de defensa de los valores liberales occidentales del filósofo Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos. Open Society Foundations (OSF), la antítesis de los principios de la Ilustración que Popper valoraba, trabaja para desestabilizar los Estados nación y promueve un híbrido global de socialismo/fascismo.

 

Soros, de origen húngaro y 92 años, ha sentido un odio patológico hacia cualquier forma de nacionalismo durante la mayor parte de su vida y ha tratado activamente de desestabilizar los Estados nación fuertes. Con un patrimonio neto de 6.700 millones de dólares, sin duda tiene el dinero para hacerlo. Con OSF, el vehículo de su complejo de mesías, no ceja en su empeño. El cambio climático, los «refugiados», la transexualidad y cualquier dogma que socave las democracias liberales tradicionales cuentan con su apoyo. Desprecia los valores de la Ilustración y la racionalidad en favor de un pensamiento mágico y anticientífico. Su objetivo son los jóvenes, que destruyen su futuro para «salvar el planeta» y se mutilan a sí mismos por la perniciosa tendencia transgénero.

Es un entusiasta defensor de la malévola Agenda 2030 de la ONU, y con inversiones en organizaciones pagadas para aumentar el alarmismo sobre el «cambio climático», OSF ha liderado el desarrollo de ese golpe de relaciones públicas despertado: conectar la agenda verde con el concepto de «justicia» y que no perseguir la «ecología» es estar moralmente equivocado.

Promoviendo los dos proyectos favoritos de los adoctrinadores, Covid-19 y el cambio climático, OSF aboga por la cancelación de la deuda de los dictadores, la «justicia del cambio climático» y la investigación de vacunas globales como parte de sus «soluciones políticas globales». Su aplicación garantiza el saqueo de lo que queda de los recursos de Occidente.

Soros no ha trabajado solo. En 2002, conspiró para salvar el mundo con el fundador del Foro Económico Mundial (FEM), Klaus Schwab. Junto con Gates, Soros asiste desde hace tiempo a las reuniones anuales de Davos. En 2015, ambos se reunieron con Schwab y los presidentes del Banco Mundial y de BlackRock para hablar de «gobernanza climática».

En Davos 2018, donde el tema era la polémica estalinista de Schwab, la «Cuarta Revolución Industrial», presionó para que se regularan los grandes gigantes tecnológicos como Facebook; un objetivo arquetípico para quienes pretenden el control global. En su discurso del año pasado, calificó histéricamente la invasión rusa de Ucrania de «tercera guerra mundial» y, mientras ignoraba la paja que tenía en el ojo, afirmó que Vladimir Putin es la mayor amenaza para la seguridad mundial. Por el contrario, los delegados de Davos suelen comportarse de forma bastante favorable hacia uno de los regímenes más peligrosos del mundo, el Partido Comunista Chino (PCCh). Soros no es una excepción: en su discurso ignoró la exportación por parte del PCCh de propaganda de bloqueo perjudicial, pero lo reprendió por no suministrar vacunas Covid-19 adecuadas.

Su predilección por la propaganda del Covid-19 y el fanatismo por las vacunas quizá pueda explicarse por sus recientes inversiones. En julio de 2021, un consorcio de Soros y Gates invirtió 41 millones de dólares en una empresa británica que fabrica pruebas de flujo lateral de Covid-19. Un año más tarde, el Fondo de Desarrollo Económico de Soros donó 100 millones de dólares a COVAX, una filial de la Fundación Bill y Melinda Gates (BMGF), que proporciona acceso mundial a las vacunas Covid-19. Ni que decir tiene que su fondo también invierte en fabricantes de coches eléctricos (fuertemente subvencionados por el gobierno) y posee acciones de Amazon por valor de casi un millón de dólares.

Soros tampoco es reacio a financiar su Síndrome de Derangement de Trump. En 2021, donó personalmente un millón de dólares a Colour of Change, un comité de acción política que ayudó a elegir a Alvin Bragg, el fiscal responsable de la acusación contra el expresidente Donald Trump.

El OSF es, no hace falta decirlo, un «socio» del FEM, el eufemismo para financiar este cártel. Soros tiene una plataforma en el sitio web del FEM, donde escribe sobre temas que van desde los llamados peligros del nacionalismo hasta el apoyo a la corrupta UE y la defensa del problemático gobierno de Ucrania. Hace ocho años, Soros tenía previsto invertir 1.000 millones de dólares en el país. Recientemente, a pesar de su aversión al nacionalismo, concedió más de 230 millones de dólares al régimen ucraniano infestado de neonazis.

Los cuatro adoctrinadores están intrínsecamente relacionados de múltiples maneras. Comparten una inquietante perspectiva neomalthusiana de la humanidad, que postula que restringir el crecimiento de la población es esencial para «salvar el planeta». Y lo que es más preocupante, disponen de los medios para imponer sus fantasías megalómanas a un mundo desprevenido. Quizá el más astuto sea Schwab, el siguiente tema de esta serie.

FUENTE: TELEGRAM

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