Cambios de comportamiento y emocionales que se exigen como sacrificios en nombre de la SOLIDARIDAD

Vivimos en un estado de emergencia que no sólo se declara como norma, sino que se agrava cada vez más. Al menos esa es la impresión que tiene cada vez más gente.

Este estado se caracteriza, por un lado, por una rápida sucesión de peligros proclamados -el calentamiento global, la pLandemia, una Rusia pintada como enemiga- y, por otro, por exigencias de comportamiento, pérdidas materiales y emocionales que se exigen como sacrificios en nombre de la solidaridad frente a tales peligros. En tales contextos, a menudo se habla de una «nueva normalidad», lo que significa que tenemos que acostumbrarnos a ella.

La contradicción y la resistencia, por el contrario, nos sitúan en el campo del enemigo interior, que, como agente del enemigo exterior, apuñala supuestamente por la espalda a quienes luchan solidariamente contra él.

Es difícil pasar por alto el hecho de que tal estado de cosas hace algo al metabolismo mental de una sociedad. Pero qué es exactamente lo que resulta difícil de comprender.

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