
Por medio de la IA generativa e ideas mías he estado trabajando en un breve monólogo de homenaje a un gran reaccionario: George Carlin.
Este primer texto, obra mía y de la IA, busca rescatar el tono políticamente incorrecto, disruptivo y agudo de esta personaje único. Por supuesto, todo es provocativo al mejor estilo de la Galaxia de la imaginación de Gaston Bachelart, y no tiene relación con la obra original de Carlin. No le faltaría al respeto a un hombre que siempre admiré, sólo intento que las generaciones de pandemials actuales sientan curiosidad por conocerlo.
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MARCHAS DE LA IRA, MARCHAS FEMINISTAS
Luego tenemos la marcha de la ira. Sí, la marcha de los que están hartos. De los que, con razón, están quemados con el mundo, el sistema, los hombres… ¡especialmente con los hombres! Ahí están las feministas radicales, las que han visto suficiente y han decidido que el único lenguaje que parece ser escuchado es el del grito, el spray y el puño en alto. Marchan con una furia que, sí, tiene sentido, una rabia ancestral acumulada por siglos de injusticia… Pero ¡vamos! ¡Que todo arda!
¿Qué dirían las feministas de primera ola si vieran la basura en que convirtieron el feminismo?
Y el fuego lo encienden donde pueden: destruyen negocios, rayan paredes, rompen vidrios. Porque, claro, es culpa de la parada de autobús, de la lámpara de la calle, del semáforo en rojo. ¡Pobre semáforo! Años de encender y apagar y ahora, ahí, en la línea de fuego, como si el maldito fuera la última barricada del patriarcado.
¿Y el buzón de correos? ¡Ese buzón de correos tenía el poder absoluto! ¡Claro, porque destruirlo sin piedad cambia la historia! ¡FELICIDADES, YA SON CARICATURAS DE HOMBRES!

Y ahí van, también, las que descargan su ira contra cualquier hombre que pase por ahí: ¡un escupitajo, un insulto, un empujón!
Porque nada dice “queremos respeto” como escupir en la cara al primer tipo que se cruce, aunque solo esté ahí caminando como cualquier mortal despistado.
Claro, el patriarcado es algo real, es brutal… pero mientras tanto, el CEO de esa empresa que arrasa el planeta en nombre del progreso está en su oficina con los pies sobre la mesa, mirando la transmisión en vivo de la marcha con una risa socarrona. Para él, esto no es revolución, es un espectáculo gratuito, algo así como la última función del circo urbano.
Y claro, la rabia es legítima. Pero, ¿en serio creen que los poderosos banqueros patriarcales que las financia y las infiltran están temblando porque rayaron una pared? Los dueños de todo miran la furia desde sus torres de marfil, seguros de que mañana limpiarán el graffiti y colocarán otra pared más pulida que antes.
Para ellos, cada destrozo es una renovación que pagan con los impuestos de los mismos que están marchando. Es casi una inversión de imagen, una manera de mostrar cómo son víctimas de “ese desorden” mientras sacan tajada de todo, incluso de la indignación ajena.
Esto es el feminismo de hoy en día: victimismo ventajista.
Luego, al llegar a casa… ¡Ah, sí, al hogar dulce hogar! Al caer la noche, tras haber gritado a todo pulmón, algunas encuentran algo de alivio. Se recuestan en la cama, cansadas, pero satisfechas. “Hoy le mostré al mundo que estoy harta,” piensan mientras revisan los videos de la marcha en redes sociales. Los comentarios de apoyo, los “me gusta”, los “qué valiente eres”… y, por un momento, el eco de su voz parece vibrar en sus oídos. Pero al apagar la luz, en el silencio de su habitación, se quedan mirando al techo. Y la realidad, esa a la que no se le puede escupir ni romper, se cuela entre las sombras: nada ha cambiado.
Para ellas, esto no es revolución, es entretenimiento en vivo. Y mientras tanto, las que de verdad necesitan ayuda o protección siguen igual de jodidas.
Ellas siguen ahí, en la misma esquina oscura, esperando justicia, pero sabiendo que la verdadera transformación por la que luchan es la transformación que propone la agenda de la élite; los banqueros ancianos, heteropatriarcales y llenos de dinastías que no les importa un comino esos cuerpos que gestionan muy mal la grasa.

Diálogo entre feministas furibundas:
- Feminista 1: “¡Quememos este banco! ¡Porque representa el patriarcado financiero!”
- Feminista 2: “¡Sí! Y después rayemos el Starbucks al que vamos cada lunes, pero ahora seguro también tiene algo que ver con el patriarcado.”
- Feminista 3: “Eh… pero, oigan… ¿sabían que la vendedora ambulante que no pudo poner su puesto hoy por nuestra marcha es una mujer?”
- Feminista 1: “¿Y eso qué? *Es mujer, pero no es hermana.”
- Feminista 2: “Exacto, hermana no es la que nace mujer, sino la que lucha contra el opresor. ¡A pintar y romper todo!”
- Feminista 3: “Oigan, pero me estoy cansando… ¿qué tal si pedimos un Uber y le decimos al chofer que suba el volumen para seguir gritando?”

Cuando vuelven a casa: Regresan eufóricas pero exhaustas. En casa, sueltan las bandanas y camisetas pintadas, se meten en la cama, y abren su celular para ver si alguien grabó sus mejores momentos en la marcha. Escanean Instagram y TikTok, contando los likes y los comentarios de apoyo. Y ahí, viendo sus propios videos en bucle, se duermen con una mezcla de satisfacción y algo de resentimiento porque, claro, la verdadera revolución nunca llega. ¡Pero qué importa! Por ahora, con haber dado el espectáculo de mujeres de psicofactoría es suficiente.
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# EDITORIAL
ANTES: “PIENSO, LUEGO EXISTO”
AHORA: “PIENSO, LUEGO ME DESAPARECEN…”
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# CRÉDITOS:
Autor: Doctor Jorge Alberto Lizama Mendoza. UNAM-México, 14 noviembre 2024
Fuente Original: https://cybermedios.org
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# REDES SOCIALES NO ATLANTISTAS
Telegram: cybermedios.org
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