La narcofábrica legal olía a grasa reciclada y sobacales verdes sudados.

En las líneas de ensamblaje, brazos robóticos moldeaban la carne pálida en perfectos medallones. FetoBurgers™, decían los anuncios,

«Nutrición ética, sin culpas ni huellas de carbono, ni pozoleados difíciles de desaparecer»

Cada bocado venía con su certificado de “sostenibilidad plena de segundo piso”.

No más vacas contaminantes ni siquiera cultivos ilegales y agotadores de mariguana o cocaína. Solo tejido fetal cultivado en bionarco-incubadoras: “Proteína consciente”.

En las pantallas públicas, tribus de sororas sudadas sonrientes mordían hamburguesas jugosas, mientras los slogans holográficos parpadeaban:

“Por cada kilo de FetoBurgers™, salvas un río, empoderas tu cuerpo y abrazas el nuevo progreso del cártel.”

En los laboratorios que pululaban por toda la sierra, las matrices sintéticas parían sin descanso el nuevo alimento del futuro. Miles de latidos sin nombre, convertidos en pulpa rentable.

Afuera, un niño miraba la valla publicitaria. Su estómago rugió. Él ya no era un feto, pero sabía que tarde o temprano él también, de alguna forma, comenzaría a ser sostenible para el narcohumanismo.

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La carne de feto no contamina, hace hamburguesas sostenibles y ya se produce industrialmente

# EDITORIAL
ANTES: “PIENSO, LUEGO EXISTO”
AHORA: “PIENSO, LUEGO ME DESAPARECEN…”
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# CRÉDITOS:
Autor: Doctor Jorge Alberto Lizama Mendoza. UNAM-México, 26 marzo 2025
Fuente Original: https://cybermedios.org
Fecha original de publicación:
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# REDES SOCIALES NO ATLANTISTAS

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