
A las 8 de la noche, el profesor Lizama despidió a sus alumnos, ordenó apresuradamente sus cosas y cerró el aula. Por el miedo al terror narco, ya todos se habían ido, sólo quedaba él en toda la universidad.
Cuando iba rumbo a casa escuchó como el motor de su Saturno2000 murió con un estertor seco.
De repente, había quedado solo con la noche: el viento, el desierto, la carretera abandonada y un frío persistente era todo lo que lo acompañaba.
Decidió caminar a un lado de la carretera, ir directamente por el asfalto podía hacerlo víctima fácil de un convoy de inteligencia artificial de sicarios.
Maldiciendo entre dientes y con el polvo resecándole la lengua, a lo lejos escuchó un rugido metálico: era un camión monstruo de un cártel, lleno de cámaras corporales de rastreo, iba por entre los matorrales directo hacia él a una velocidad inaudita.
Las piernas se le congelaron, el shock apareció en segundos: si ya lo habían visto ya no había escapatoria. Intentó correr como pudo, en cámara lenta, hacia los matorrales espinosos, jadeando; la máquina lo siguió, inexorable.
Se tiró detrás de una piedra rajada con el corazón golpeándole los tímpanos. Pensó en su familia, en la vida que se iba, en la bala automatizada calibre 65 de razonamiento avanzado que le volaría la cabeza.
El vehículo se detuvo. Algo zumbó. Lizama apretó los ojos. Esperó el disparo.

Nada.
Se asomó temblando.
Nada.
No era un coche de sicarios. Era un tractor automático de la marca TierraFérrea, modelo Cibersurco-9, equipado con inteligencia artificial de rastreo de jornaleros. El aparato lo había confundido con un esclavo maquilador errante.
El profesor soltó una carcajada hueca, entre lágrimas, polvo y el miedo aún en el cuerpo, carcomiéndole el momento.
La máquina proyectó una voz plana, sintética:
—Suba, trabajador. Jornada detectada. Transporte habilitado.
Una garra hidráulica se abrió con lentitud, invitándolo a entrar.
Lizama se quedó quieto, dudando.
Entre el infierno del narcohumanismo y la fría lógica de las máquinas, el futuro no parecía ofrecer mejores rutas.
Apretó los labios… y subió.
# EDITORIAL
ANTES: “PIENSO, LUEGO EXISTO”
AHORA: “PIENSO, LUEGO ME DESAPARECEN…”
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# CRÉDITOS:
Autor: Doctor Jorge Alberto Lizama Mendoza. UNAM-México, 12 mayo 2025
Fuente Original: https://cybermedios.org
Fecha original de publicación:
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