A la luz de su última visita a Londres, Donald Trump y el Reino Unido se convierten en pieza central de un juego estratégico donde la aristocracia anglo-veneciana, el Big Tech y BlackRock buscan subordinar a Estados Unidos bajo la fachada de una “relación especial”, consolidando al país como motor de inversión tecnológica en el Reino Unido, con BlackRock liderando los flujos financieros junto a Microsoft, Nvidia, OpenAI, Google, Oracle, Amazon, CoreWeave, Nscale y Salesforce, en el marco de un nuevo orden multipolar dividido en macroregiones.
La visita de Donald Trump al Reino Unido no fue un simple episodio diplomático, sino un despliegue metapolítico cuidadosamente orquestado por la corona británica, Sir Keir Starmer y el sector financiero anglo-globalista para reabsorber a Estados Unidos en la órbita de la Commonwealth y consolidar la influencia de Londres sobre el gigante estadounidense.
Como explica la analista Elena Panina, esta estrategia cumple un doble objetivo: evitar conflictos directos con Trump y, al mismo tiempo, utilizar su figura como instrumento de poder británico, aprovechando los recursos estadounidenses para fines que no benefician a Washington sino exclusivamente a Londres. En términos prácticos, Reino Unido busca compensar su limitada capacidad militar, política y económica manipulando al “gigante ciego” estadounidense mediante la exhibición de poder simbólico, la seducción diplomática y la integración tecnológica y financiera.
Desde el inicio, la visita se diseñó como una operación de “poder blando” de manual: alfombra roja, banquetes fastuosos, paseos en carruaje, desfiles aéreos, salvas y fotografías familiares con la monarquía. Panina señala que Starmer y la familia Windsor trabajaron para comprometer emocionalmente a Trump, promoviendo su rehabilitación ante financieros y especialistas en tecnología a cambio de moldear su política hacia Rusia y Ucrania. La corona no busca que Trump adopte políticas británicas de manera explícita, sino crear un ambiente favorable para influir sobre sus decisiones: reducción de aranceles, presión sobre Putin, inversiones en inteligencia artificial y computación cuántica con participación de BlackRock, NVIDIA, OpenAI, CoreWeave, Google, PayPal y Citi Group, y un eventual alineamiento con el campo liberal-globalista. Según Panina, la idea de que Trump forme un grupo de influencia pro-británico en Reino Unido es ilusoria; pues la monarquía y la tradición política británica son demasiado sólidas para subordinar completamente a su país, dice. Pero sí puede ser manipulado como pieza clave dentro de un esquema de influencia más amplio, bajo el pretexto de cooperación tecnológica y prosperidad mutua, concluye la directora del Instituto Russtrat.
El acuerdo concreto que selló esta estrategia fue el “Acuerdo de Prosperidad Tecnológica Reino Unido–Estados Unidos” (U.K.-U.S. Tech Prosperity Deal), descrito por la revista Time como un pacto “revolucionario” valorado entre 42.000 millones y 340.000 millones de dólares, consolidando a Estados Unidos como motor de inversión tecnológica en Reino Unido. BlackRock lidera los flujos financieros, junto a Microsoft, Nvidia, OpenAI, Google, Oracle, Amazon, CoreWeave, Nscale y Salesforce. La inversión incluye la construcción de 12 reactores nucleares avanzados en el noreste de Inglaterra, destinados a suministrar energía a millones de hogares, reducir costes y fortalecer la seguridad energética. Microsoft aportará 30.000 millones de dólares para mejorar centros de datos y laboratorios de investigación, mientras Nvidia, OpenAI y Nscale contribuirán al desarrollo del superordenador más grande del Reino Unido. En total, se prevén inversiones estadounidenses de 150.000 millones de libras (204.000 millones de dólares) en la próxima década, incluidos 90.000 millones de la firma Blackstone, además de compromisos de GSK en EE.UU.
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