
La fuerza laboral automatizada y el ciudadano alimentado con datos
El impacto social se extiende mucho más allá de la desinformación. Un cronograma especulativo detallado pronostica que los robots controlados por IA representarán la mitad del PIB mundial para 2045, automatizando hasta el 90% de los empleos actuales. Esto desencadenaría un «cuarto giro» de agitación social, desempleo masivo y una desesperada carrera geopolítica entre Estados Unidos y China por el dominio de la fabricación robótica. Paralelamente a este desplazamiento económico, se produce una consolidación de poder más silenciosa e insidiosa: la agregación de todos los datos gubernamentales en bases de datos únicas y consultables. Justificada como eficiencia, esta práctica —que ya está implementando la administración actual— anula las protecciones de la privacidad diseñadas para evitar que las agencias utilicen datos personales sobre impuestos, salud y empleo como arma contra los ciudadanos. Al combinarse con el análisis de IA, crea una herramienta incomparable para la vigilancia y el control social.
Los principales riesgos del control centralizado de la IA incluyen:
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- Perpetuación de sesgos sociales en áreas críticas como las finanzas y la justicia.
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- La utilización de datos gubernamentales consolidados como arma contra grupos marginados.
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- La creación de una subclase permanente e inempleable que depende de una renta básica financiada por el Estado.
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- Riesgos financieros sistémicos a medida que los modelos de IA correlacionados en los mercados amplifican las caídas.
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- Erosión de la confianza pública en las instituciones, ya que la gente teme buscar ayuda de un gobierno que los supervisa.

La descentralización como defensa de la democracia
Nos encontramos al borde del abismo. La misma tecnología que promete liberar el potencial humano y crear abundancia también tiene la capacidad de codificar nuestros peores impulsos en un sistema de control ineludible. El camino a seguir no es rechazar la IA, sino defender con vehemencia la única fuerza que puede contrarrestar el dominio centralizado: la IA descentralizada y de código abierto. Si bien la batalla durará años, estos sistemas ofrecen el único contrapeso viable, priorizando la transparencia, la rendición de cuentas y los valores democráticos por encima de los intereses corporativos o gubernamentales. El futuro no está predeterminado. Dependerá de si construimos sistemas de IA que sirvan a la humanidad en su conjunto o si creamos una nueva jerarquía, con una élite tecnológicamente empoderada en la cima y una mayoría obsoleta y vigilada por debajo. La integridad de nuestra realidad futura y la propia definición de la libertad humana pueden depender de nuestra decisión de empoderar a las personas mediante la tecnología descentralizada.
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