Demandan a Goolag por supuestamente activar Gemini AI para espiar mensajes privados de Gmail

  • Una demanda colectiva alega que Google activó en secreto su inteligencia artificial Gemini para escanear las comunicaciones de los usuarios.

  • La demanda afirma que esto constituye una violación de la Ley de Invasión de la Privacidad de California.
  • Una vez activado, Gemini puede leer y analizar todos los correos electrónicos, mensajes y conversaciones privados.
  • La defensa de Google se ve socavada por el hecho de que la función está activada de forma predeterminada y es difícil de desactivar.
  • Este caso resalta la amenaza que la vigilancia basada en inteligencia artificial representa para la santidad de la comunicación privada.

En una acción que debería causar escalofríos a cualquiera que valore su privacidad personal, el gigante tecnológico Google se encuentra una vez más en la mira legal. Una demanda colectiva presentada el 11 de noviembre en un tribunal federal de San José alega que la compañía ha estado utilizando en secreto su herramienta de inteligencia artificial Gemini para espiar las comunicaciones privadas de sus usuarios. Este caso representa un nuevo frente impactante en la guerra por la libertad digital, revelando la poderosa inteligencia artificial que se está desplegando para monitorear sus conversaciones más sensibles sin su conocimiento ni permiso.

La demanda se centra en un cambio crucial que Google supuestamente implementó alrededor del 10 de octubre. Hasta entonces, el asistente de IA Gemini era una función opcional. Los usuarios debían elegir activarlo deliberadamente. Según la demanda, Google activó Gemini «en secreto» de forma predeterminada para todos los usuarios de sus servicios de Gmail, Chat y Meet. Esta acción, argumentan los demandantes, permitió que la IA rastreara los datos privados de los usuarios en estas plataformas «sin su conocimiento ni consentimiento».

Esto no es un simple cambio en la interfaz de usuario. Es una violación fundamental de la confianza. La demanda alega que Google infringe directamente la Ley de Invasión de la Privacidad de California, promulgada en 1967 para proteger a los ciudadanos de las escuchas telefónicas clandestinas. La principal acusación es que Google utiliza IA para realizar el equivalente digital de instalar un dispositivo de escucha en su hogar, grabando y analizando sus comunicaciones confidenciales sin el consentimiento de todas las partes implicadas.

Una inmersión espeluznante en tu vida privada

Las implicaciones de esto son tan vastas como aterradoras. Una vez activado, según la demanda, Gemini puede «escanear, leer y analizar cada correo electrónico (y sus archivos adjuntos), mensaje y conversación en esos servicios». Esto no es una teoría. El escritor de tecnología Ruben Circelli, quien escribió sobre su experiencia para PCMag, consideró las capacidades de la IA «realmente escalofriantes» después de que analizara 16 años de sus correos electrónicos personales.

En sus pruebas, Gemini le informó de uno de sus defectos de carácter e incluso conocía la identidad de su primer amor de la primaria. «Esta invasión de la privacidad no solo fue desconcertante, sino también inesperada», escribió Circelli. «Google no me explicó qué haría esta integración antes de contratar su plan AI Pro, ni me dio la opción de cancelarla desde el principio». Su experiencia ofrece un escalofriante ejemplo real de la profundidad de la intrusión personal que permite esta tecnología.

El demandante, Thomas Thele, afirma creer que su información privada ya ha sido expuesta. Esto incluye su historial médico, su historial laboral y sus afiliaciones religiosas y políticas. La demanda advierte que los datos de estas comunicaciones permiten a Google «cruzar información y realizar análisis ilimitados para obtener información injustificada, indebida y monetizable sobre la vida privada de los usuarios».

La ilusión de elección y control

La defensa de Google, como se indica en sus propias políticas, es que «no utiliza los datos de Workspace para entrenar ni mejorar la IA generativa subyacente ni los grandes modelos de lenguaje que impulsan Gemini, la Búsqueda y otros sistemas externos a Workspace sin permiso». Más importante aún, la compañía señala que los usuarios pueden desactivar esta función. Sin embargo, esta es una táctica clásica de cebo y cambio.

La denuncia señala que, si bien existe una opción para desactivar Gemini, esta requiere que los usuarios la busquen en las profundidades de la configuración de privacidad. Esta es una función que nunca aceptaron activar. Esta práctica crea una ilusión de elección, obligando a los usuarios a rechazar una profunda invasión de la privacidad a la que nunca accedieron. Se trata de una estrategia deliberada para maximizar la recopilación de datos con el pretexto de la conveniencia del usuario.

Este no es un incidente aislado para Google. Es un patrón de comportamiento. A finales de octubre, la compañía acordó pagar 1.370 millones de dólares para resolver múltiples demandas con el estado de Texas por violaciones de la privacidad relacionadas con el rastreo de ubicación y los datos biométricos. En 2022, pagó casi 400 millones de dólares para resolver un caso relacionado con configuraciones engañosas de rastreo de ubicación. Estos repetidos acuerdos multimillonarios apuntan a una compañía que considera las multas por privacidad un mero coste de sus operaciones, no un factor disuasorio.

Esta última demanda expone el verdadero peligro de la revolución descontrolada de la IA. El frenético esfuerzo de Google por ganar la carrera de la IA, que ya ha generado serias preocupaciones éticas y errores, ahora está afectando directamente la santidad de las comunicaciones privadas. El afán de la compañía por competir con rivales como OpenAI y Microsoft va en detrimento directo de la autonomía y el consentimiento del usuario.

En definitiva, este caso va más allá de una simple configuración en una cuenta de Gmail. Es un recordatorio de que, en la era digital, nuestra información más personal —nuestra salud, nuestras creencias religiosas, nuestras inclinaciones políticas, nuestras conversaciones íntimas— es el producto que se vende. Cuando una corporación puede activar en secreto una IA para leer toda tu historia personal desde tu bandeja de entrada, el concepto mismo de pensamiento y comunicación privados se ve amenazado. La batalla que se libra en ese tribunal de San José no se trata solo de un tecnicismo legal; es una última defensa del derecho a tener una conversación que las grandes tecnológicas no escuchan.

FUENTE

https://www.cyberwar.news/

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