El declive de la ‘doctrina woke’ en su meca: Estados Unidos (El Confidencial)

Esta ideología se viste con piel de cordero: las imágenes de manifestaciones multirraciales elevando pancartas y reivindicando la más elemental justicia


La mayor ventaja de esta ideología, que podemos llamar doctrina woke o wokismo, es la piel de cordero con la que se viste: las imágenes de manifestaciones multirraciales elevando pancartas y reivindicando la más elemental justicia. El instinto de muchas personas es ponerse automáticamente del lado de este movimiento, porque se supone que la historia funciona así: lo que hoy nos parece demasiado moderno o exagerado, quizás sea la norma dentro de 20 años. Así que lo más seguro, por si acaso, es arrimarse a lo que es joven, nuevo y ruidoso.

Y eso fue lo que hicieron las grandes instituciones de Estados Unidos, desde megacorporaciones como Starbucks, Netflix o American Airlines, a fundaciones, editoriales, periódicos y escuelas primarias. Muchas personas tibias y normales de los años 60 arrugaban el ceño cuando veían, en sus pantallas en blanco y negro, las marchas por los derechos civiles en Alabama. Muchas personas tibias y normales de 2020 no iban a cometer el mismo error. Se subirían desde el principio al tren de los ganadores, al «lado correcto de la historia», abriéndoles las puertas a quienes decían tener la solución para acabar finalmente con el racismo en Estados Unidos.

De hecho, muchos de estos poseedores de la fórmula definitiva contra la discriminación ya estaban dentro de las instituciones. Se habían licenciado, por lo general, en campus de élite, y llevaban unos años incorporándose a la vida profesional, sobre todo en los sectores creativos. Estadísticamente, eran muy pocos: entre un 8% y un 10% del electorado: el segmento político, paradójicamente, más pudiente de EEUU, y el más blanco, solo por detrás de la extrema derecha. Eran pocos, pero tenían un megáfono enorme.

La frustración acumulada durante el primer encierro de la pandemia y la crispación inherente a ese año electoral dieron probablemente aún más impulso a la rabia generada por el brutal asesinato de Floyd, y esa fue la ventana por la que el wokismo dio el salto desde los salones académicos a la vida real. De un día para otro, todo el mundo quería contratar «instructores de sensibilidad», fijar cuotas, revisar las políticas de contratación y hacer listas de palabras políticamente incorrectas, todo ello bajo el control de un comité DEI (siglas de Diversidad, Equidad e Inclusión), o, si la empresa era grande, de un flamante y bien pagado Chief Diversity Officer.

El fin declarado era excelso: dedicar más recursos a combatir la desigualdad racial en las corporaciones, las universidades, los periódicos, etcétera. Pero las personas tibias y normales, que se habían colocado con entusiasmo en el «lado correcto de la historia», empezaron a ver algunas cosas rarunas o francamente incomprensibles.

Si se paraban a observar, percibían una clara diferencia sociológica entre el movimiento woke y el movimiento de los derechos civiles de los años 60. Aquel movimiento había surgido desde la base, de entre los propios afroamericanos, llegando a seducir a una mayoría social reflejada en las leyes aprobadas en aquella década. El movimiento woke, en cambio, ejercía presión desde un reducido nicho estadístico que suele encontrarse, además, en otras coordenadas étnicas, geográficas y socioeconómicas de las personas a las que dice representar.

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Aquí está otra de las grandes diferencias: el antirracismo tradicional reivindica la igualdad de oportunidades. Si bien las políticas de discriminación positiva también figuran en la caja de herramientas socialdemócrata, las cuotas no son el único baremo, y el hecho de que diferentes sectores muestren diferentes configuraciones raciales o de género no refleja necesariamente una situación de opresión. La prioridad es conseguir que todo el mundo parta, más o menos, de la misma línea de salida, dejando que el libre albedrío, el esfuerzo, las tradiciones particulares de cada comunidad y la suerte se encarguen del resto. En el mundo woke, estos matices no existen. Todas las diferencias se explican con el racismo

Los woke, en cambio, consideran que la libertad de expresión es el arma que utilizan los racistas y los misóginos para oprimir a las minorías sin tener que sufrir las consecuencias, por eso ha de ser limitada, domesticada. Hay que tener en cuenta que la ideología woke es un híbrido de marxismo (en base a la raza y al género, no a la clase social) y posmodernismo. Y el posmodernismo otorga mucha importancia a esas creadoras de la realidad que son las palabras. Por eso, una palabra inadecuada puede hacer igual o más daño que una pistola o un cuchillo de carnicero. De ahí la necesidad de poner al lenguaje bajo vigilancia y de lanzar campañas de cancelación contra quienes hayan dicho algo potencialmente ofensivo contra alguna minoría.

Con el paso de 2020, 2021 y 2022, las instituciones que se habían envuelto públicamente en las crecientes sopas de siglas y que habían fijado sus ambiciosas cuotas de contratación se dieron cuenta de que la realidad era un tanto más complicada. Muchos Chief Diversity Officers entendieron que los habían contratado como decoración. Luego, simplemente, fueron despedidos.

Una manera de verlo es que las corporaciones solo querían señalizar su virtud, pintarse en las mejillas una bandera del arcoíris, aplacar a una pequeña pero ruidosa parte de la plantilla, y, en suma, evitarse problemas de imagen. Otra manera de verlo es que, en la práctica, las políticas DEI rozaban la ilegalidad.


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Pero la decadencia del fenómeno woke no se debe únicamente al hecho de que el raciocinio se fue abriendo camino. Quienes también percibieron una ventana de acción y se apresuraron a aprovecharla fueron los conservadores. El Partido Republicano comprendió que muchas personas tibias y normales iban a salir espantadas del tema woke, y decidió conquistar ese capital político.

El campo de batalla fue, sobre todo, la educación. En 2021 y 2022 los estados republicanos, liderados por el gobernador de Florida, Ron DeSantis, aprobaron leyes que reducían la capacidad de maniobra de los profesores, ponían los temarios y las bibliotecas bajo vigilancia, prohibían libros y trataban de equiparar a todo el Partido Demócrata, que sigue siendo de mayoría moderada (New Democrats), con esa minoría del 8% al 10% que armaba tanto jaleo.

FUENTE Y LEER COMPLETO EN

https://www.elconfidencial.com/mundo/2024-02-11/declive-doctrina-woke-estados-unidos_3828059/

 

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