
Las manos y cabezas extraviadas, al juntarse con las rosas virtuales, huelen a chocolate y vainilla. Me fascinaron desde que llegué ante las murallas de Refinería Mutilación.
De repente, una mano lanza su último reflejo y se desploma sobre las rosas, que caen como cascadas interminables y heladas. Ls piezas se elevan penosamente algunos centímetros para aplastarse en seguida contra los cuerpos de los que han sido exiliados.
PD: Poco antes de dejar de mirar la escena, la poesía y el horror del momento me hicieron tomar esta foto…
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Doctor Jorge Alberto Lizama Mendoza, 20 de julio de 2012
(Fecha original de publicación de este post: 18 de julio de 2010)