Una de mis definiciones favoritas de «hacking» es la reutilización creativa de herramientas para fines nuevos e inesperados.
Hackear es usar tu cuenta de correo electrónico como un disco duro, usar el sillín de tu bicicleta para abrir una cerveza, usar los ladrillos rojos de Minecraft para crear una calculadora en el juego.
Lo contrario del hacking es el marketing. El marketing te dice que esta sartén antiadherente en particular es la sartén que usarás para hacer tortillas, y que lo harás por la mañana vestido a la moda en una bonita cocina. Incluye una foto y una redacción inspiradora para que quede claro. El marketing dicta un estilo, un contexto y una finalidad incluso para los productos más generales. Esta narrativa debe ser específica para que puedas imaginarlo fácilmente: eres tú, en un Airbnb, riendo con tus amigos.
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Así funciona el mundo, y quejarse de ello no sirve de nada. Pero, sin embargo, creo que aquí hay una división cultural. Los productos para los hackers pueden ser cosas como bloques de construcción abstractos con descripciones como «almacén de estructuras de datos en memoria». Lo que deja muchas posibilidades, pero también mucha incertidumbre sobre para qué sirve, a menos que tengas creatividad y conocimiento.
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cybermedios.org 