Hola. Entiendo que eres un creyente. Tienes una fe celosa e inquebrantable en el Sistema. Confías en la ciencia. Consideras que cualquier cosa que se salga de los márgenes de la narrativa aprobada es «desinformación», «teorías de la conspiración» y «noticias falsas».
Llevas obedientemente tu insignia de obediencia. Tomas distancia social. Te cierras cuando te dicen que te cierres. Denuncias a otros por violar estos y otros dictados aplicables.
Fuiste el primero en la fila para que te inyectaran. Fuiste el primero en la cola para que te volvieran a inyectar. Has llorado de alegría las dos veces. No puedes esperar a que te pongan la inyección de refuerzo.
No te has molestado en llevar a cabo una investigación independiente fuera de las vías de engaño autorizadas, ni en leer literatura científica revisada por expertos que no esté financiada por el cártel farmacéutico, ni en evaluar críticamente los comunicados de prensa que repiten como loros sus «líderes de confianza», «expertos» y portavoces de los medios de comunicación.
Exiges que todos los que no son creyentes cumplan con los decretos de tu fe o que sean excluidos de las actividades públicas, privados del empleo, privados de la atención sanitaria, despojados de su derecho a protestar, intimidados hasta la sumisión y puestos en cuarentena.
Tú consideras a estos herejes repugnantes, despreciables propagadores de enfermedades que son una amenaza para la salud pública. No estarías en contra de expulsarlos de tu comunidad, tal vez de concentrarlos en un centro de detención especial… hasta que se inyecten, en cualquier caso. No te da pena que mueran. Al fin y al cabo, es su propia culpa.
Mira lo lejos que has llegado ya. Mira a cuántos de tus derechos has renunciado voluntariamente, cuántos valores has abandonado por el camino, en nombre de la seguridad, en nombre de la salud, en nombre del bien público. Creíste que valía la pena. Y no te arrepientes.
Ojalá pudieras hablar con tu yo de hace dos años. Si a ese yo le hubieran dicho que el mundo entero iba a ser detenido y nuestras libertades suspendidas a capricho por un fenómeno con el que los humanos han estado viviendo y al que se han adaptado en innumerables variaciones durante milenios, pensaría que estoy describiendo una ficción distópica. Todavía podrías razonar con ese yo.
Piensa en un par de años atrás -verano de 2019, digamos-. ¿Qué hacías entonces? ¿Cómo era tu vida? ¿Cómo te sentías con tu pasado, tu presente y tu futuro? ¿Qué te importaba? ¿En qué invertías tu tiempo? ¿Cuáles eran tus valores fundamentales? ¿Qué pensarías sobre cómo piensas, sientes y te comportas hoy?
Esa es la persona con la que quiero hablar, no tu yo actual. Estoy seguro de que a tu yo de 2019 le fascinaría escuchar lo que tu yo actual tiene que decir, aunque estaría dispuesto a apostar unos cuantos miles de dólares inflacionarios a que no reconocería en lo que te has convertido.
Y no estoy hablando de ti, personalmente. Probablemente eres una buena persona que está haciendo lo que cree que es mejor. Entiendo de dónde vienes. Comprendo que muchas personas bienintencionadas piensen lo mismo que tú.
Me dirijo a todos los que se empeñan en aceptar acríticamente los razonamientos que se dan para rehacer nuestro mundo en una cárcel al aire libre. Me dirijo a todos los que caminan sonámbulos hacia su propia esclavitud sin pensarlo dos veces, sin ni siquiera la voluntad de examinar la situación desde una perspectiva distinta a la que han sido programados para creer.
Si no hubiéramos estado sometidos a un caso global del fenómeno Baader-Meinhof orquestado por expertos en control de masas como el Behavioural Insights Team -descrito descaradamente como «la Unidad Nudge» en el sitio web del gobierno del Reino Unido- e implementado a través de los MSM y los medios sociales, todavía estarías viviendo y amando la vida de la misma manera que hace dos años. Todos nosotros lo haríamos.
Pero entonces no habríamos renunciado voluntariamente a nuestros derechos, uno por uno, por terror. No habríamos empezado a percibir a nuestros semejantes como armas biológicas que hay que avergonzar, condenar al ostracismo y eliminar.
La segregación médica divide aún más a una población ya fragmentada, haciéndonos más fáciles de controlar. El trauma psicológico de este aislamiento y fragmentación es incalculable, y es probable que el alcance total del daño no se comprenda durante décadas.
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FUENTE
https://off-guardian.org/2021/09/07/letter-to-a-covidian-a-time-travel-experiment/