Una ciudad del cielo vuelve a nuestra tierra estéril.
En este ensayo voy a presumir de hablar en nombre de la derecha disidente. Tengo tanto derecho a este poder como a hablar en nombre de las infinitas estrellas. Y sin embargo, las estrellas, como los disidentes, tienen mucho que decir, si uno aprende a escuchar.
«Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» es un relato de Jorge Luis Borges sobre una enciclopedia que rehace el mundo entero. Comienza con una pequeña hermandad que conspira para fabricar una historia para un lugar inexistente, que insertan secretamente en enciclopedias y almanaques reales. La historia comienza con un hombre que cita por error un proverbio del mundo ficticio de Tlön, creyéndolo auténtico.
Con el tiempo, tanto los eruditos como los profanos se fascinan con el país imaginario de Uqbar, en la región de Tlön, y participan en la creación de su sabiduría, sus historias, sus economías y sus modas. La enciclopedia de Tlön es tan detallada que el narrador supone que es obra de «astrónomos, biólogos, ingenieros, metafísicos, poetas, químicos, algebristas, moralistas, pintores, geómetras… dirigidos por un oscuro hombre de genio». A medida que su conocimiento se extiende, Tlön se vuelve más real que lo real, y la cultura de la tierra es suplantada por este nuevo simulacro, ya que la gente adopta cada vez más las costumbres y los idiomas del mundo que han inventado.
Podemos suponer que Mencius Moldbug (los verdaderos disidentes -los que tienen opiniones verdaderamente peligrosas- prefieren el seudónimo por norma) es un admirador del relato de Borges. Lo sé porque eligió para su startup el nombre de Tlön, y allí ha inventado un nuevo tipo de sistema operativo informático para nuestro nuevo siglo. Sin embargo, el Tlön que imagina es más ambicioso que eso.
La informática es una herramienta de comunicación, y aunque estamos perdidos si nuestros enemigos son dueños de nuestras redes, no basta con ser dueños de nuestras redes si no tenemos también cosas buenas que decir. Lo que Moldbug desea comunicar -lo que nosotros deseamos comunicar, como aspirantes al Derecho del Arte- es nada menos que una sustitución total de la epistemología reinante. Crearemos una nueva historia, una nueva estética y una nueva religión.
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