Marshall McLuhan se encuentra con William Gibson en el Ciberespacio

El otro día revisé cientos de mensajes que se habían acumulado en mi correo electrónico mientras estuve fuera de la red en agosto, y me fascinó una conversación que se desarrollaba en torno a chortt-L (Computers in Humanities: Overcoming Resistance to Teaching with Technology – Los Computadores en las Humanidades: Venciendo la Resistencia a Enseñar con Tecnología), en la cual colegas estaban discutiendo detalles de cómo titular el capítulo de un libro que trataba sobre la enseñanza en medioambientes mediados por computador.

de las participantes escribía insistentemente que sería mejor reemplazar la abreviatura ‘CMC’ (Computer-Mediated Communication = Comunicación Mediante Computador) por ‘Ciberespacio’, ya que las abreviaturas a veces son barreras lingüísticas. Argumentaba que ‘con ciberespacio en el título, al menos nuestro público sabrá de qué estamos hablando’. Es esta última pretensión la que intriga más a los profesionales de CMC. Cuando decimos ‘ciberespacio’, ¿sabemos realmente de lo que estamos hablando?

Michael Benedikt, autor de Cyberspace: First Steps, intenta una definición amplia en su libro de 1994:

‘Ciberespacio: Palabra de la pluma del escritor de ciencia ficción William Gibson, aprox. 1984… Un nuevo universo, un universo paralelo creado y sustentado por los computadores del mundo y líneas de comunicación… La tablilla se convierte en una página, la página se convierte en una pantalla, la pantalla se convierte en un mundo, un mundo virtual… Una geografía mental común, construida, a su vez, por el consenso y la revolución, el canon y el experimento. . . Sus corredores se forman dondequiera que corra la electricidad con inteligencia… El reino de completa información…’

El ciberespacio tal como se describe allí no existe.

Sin embargo, hablamos diariamente acerca de este ‘ciberespacio’ etéreo y decimos que nos comunicamos allí con nuestros amigos, familia y colegas. ¿Por qué, dada la carencia de una definición sólida de ‘ciberespacio’, frecuentemente sostenemos que interactuamos allí?

Respuesta: Lo que se dice brevemente es cool.

En resumen, nos gusta como suena ‘ciberespacio’. El término se suma a una larga línea de neologismos que describen tecnologías no familiares en términos familiares. Los ‘carros sin caballos’ y las ‘pinturas parlantes’ son ejemplos de comienzo de siglo que se hicieron rápidamente populares en el vernacular de esos días. No es distinto al caso del ‘ciberespacio’, un lugar que todos podemos ir a visitar igual que como lo hizo Neil Armstrong cuando viajó a la luna. No tenemos que luchar para comprender algo nuevo si lo nombramos usando maneras antiguas. Esta adopción de neologismos como zona de comodidad es parte importante de la razón por la cual Marshall McLuhan se presume que se convirtió en el teórico cultural más importante de este siglo; su ‘aldea global’ hace accesible un concepto que es, en su núcleo, casi imposible de comprender.

En 1964, McLuhan escribió en La Comprensión de los Medios como Extensiones del Hombre:

‘El teléfono: habla sin muros. El fonógrafo: sala de conciertos sin muros. La fotografía: museo sin muros. La luz eléctrica: espacio sin muros. El cine, la radio y la televisión: aula sin muros. El hombre, recolector de alimento, reaparece incongruentemente como recolector de información. En este rol, el hombre electrónico es no menos nómade que sus ancestros paleolíticos’.

Parece que sólo le faltó escribir ‘Ciberespacio: realidad sin fronteras’, detallando, 30 años antes que William Gibson, el rol del cowboy cibernético, ¿verdad?

Nostradamus se apodera de las teorías de McLuhan.

En tanto que muchos macluhianos consideran el concepto de Aldea Global como visionario, especialmente en términos de ‘predicción’ de Internet, es ridículo ‘nostradamizar’ a McLuhan, permitiéndonos interpretar cada frase en términos de algún evento o invención, asintiendo sabiamente a su brillantez cada vez que hacemos una conexión. Sin duda, hay veces en que McLuhan es bastante preciso acerca de la tendencia del futuro tecnológico, pero hay muchas otras en donde se equivoca claramente.

Sería fácil vincular las predicciones de McLuhan con el lema de los seguidores ciberpunk de Gibson: ‘La información quiere ser libre’. Después de todo, fue McLuhan, 28 años antes, quien escribió: ‘A medida que la automatización se afianza, se hace obvio que la información es la mercancía crucial y los productos sólidos son meramente incidentales al movimiento de información’.

No obstante, debemos tener cuidado de no dar demasiado crédito a McLuhan como visionario y evitar la más grande de las falacias de causalidad, post hoc propter ergo hoc. De este modo, si insistimos en que lo escrito por McLuhan en 1964 frasea la propia aserción de Gibson —aunque ambos autores son (presumiblemente) visionarios, y tal vez comparten el mismo enfoque para crear visiones— no necesariamente deberíamos concluir que comparten la misma visión.

En un sentido extraño, pasajes específicos de McLuhan sí ofrecían una predicción acerca de cómo el ciberespacio (o como quiera que llamemos a este nuevo medio) sería construido, si no cómo se vería. Primero, en La Galaxia Gutenberg escribió acerca de la inevitable intranquilidad que existe cuando se hace disponible y viable una nueva tecnología para la comunicación:

‘Una edad de transición rápida es aquella que existe en el límite entre dos culturas y entre tecnologías en conflicto. Cada momento de su percepción es un acto de traducción de cada una de estas culturas a la otra. Hoy en día vivimos en el límite entre cinco siglos de mecanismo y la nueva electrónica’.

Los traductores principales entre estas culturas son los artistas y los artesanos; y McLuhan creía que la traducción en curso desde la cultura mecanicista a culturas interactivas se volcaba en un tipo especial de artista:

‘La ciencia-ficción actual presenta situaciones que nos permiten percibir la potencialidad de nuevas tecnologías. Primero el problema consistía en inventar nuevas formas de aparatos que ahorraran trabajo. Hoy el problema es al revés. Ahora tenemos que ajustarnos, no inventar. Tenemos que encontrar los medioambientes en los que será posible vivir con nuestras nuevas invenciones. La esfera de los Grandes Negocios ha aprendido a sacarle provecho al escritor de ciencia-ficción’.

El escritor de ciencia-ficción… como William Gibson.

El Padrino del Ciberpunk.

La cibervisión neorealista de Gibson crea una realidad posible que los científicos pueden modelar como posible y que (según Timothy Leary) los tecnófilos pueden usar para reforzar sus identidades. La teórico de la realidad virtual, Marianne Trench, escribe:

‘Cuando se publicaron las previsiones de Gibson, éstas sacaron chispas en el mundo real. Científicos y piratas computacionales (hackers) no podían esperar para construir. . . Nunca antes la literatura de ciencia-ficción había determinado la manera de pensar y hablar de la gente’.

En tanto que el mundo de la Expansión de Gibson todavía es ficción, científicos y parafraseadores por igual, adoptan las palabras y conceptos de su novela como un vocabulario con el cual pueden conversar, y herramientas con las cuales pueden construir el futuro. Palabras tales como ciberespacio’ y ‘navegación por la red’ se hicieron populares a través de las novelas de Gibson, al igual que ‘ICE’, ‘conectarse’, ‘implantes neurales’ y conceptos más amplios como percepción de red, interacción virtual y ‘la matriz’. Todos estos conceptos se han convertido en parte del esfuerzo público consciente para construir esta cosa llamada ‘ciberespacio’ .

Así, como gusta decir Gibson —y como ha señalado McLuhan— La vida imita al arte’. Y al imitar la visión del autor, las herramientas mencionadas arriba son las que adquieren vida en los laboratorios y medioambientes en línea a través de toda la red.

Es precisamente un enfoque mcluhaniano el que nos permite ver lo que está sucediendo en esta construcción en proceso, y cómo y por qué estas nuevas herramientas de comunicación, hasta ahora, eluden la descripción precisa. Los arquitectos del ‘ciberespacio’ están construyendo (como sus ancestros de la temprana edad de la imprenta, por ejemplo Francis Bacon y Thomas More) una nueva manera de ver el mundo a través de un proceso de ensayo y error. Están intentando expandir lo que McLuhan llama interiorización de una nueva tecnología de las comunicaciones, y de ninguna manera es una transición suave.

De modo que oímos una miríada de definiciones de ‘ciberespacio’, que van desde el pesimismo de Benedikt hasta la teatralidad de Michael Heim en La Metafisica de la Realidad Virtual, quien escribe: ‘El ciberespacio es platonismo como producto de trabajo… un medioambiente electrónico total en el cual la gente puede interactuar con los datos’. ¿Pero qué significa ‘interactuar con los datos’?’ (¡Sin referencias a Star Trek, por favor!) ¿Acaso sugiere un ciberespacio donde los humanos y los datos se mezclan como iguales? Mientras que esto puede sonar fiel a la ficción de Gibson, es probable (y pesimistamente) muy inexacto. La definición operativa de Heim del ciberespacio posiblemente significa algo muy cercano a esto: la gente usa los datos para interactuar con otra gente. Los datos no están antropomorfizados, en un sentido gibsoniano parecido a Wintermute, sino que funcionan simplemente como una herramienta para que la gente interactúe entre sí.

Herramientas para el Reino

Es este concepto de espacio virtual que funciona como ‘herramienta’ lo que resulta más importante para una discusión de cómo la terminología macluhiana puede ser usada para delinear lo que está sucediendo en la tecnología de las comunicaciones. Como lo he señalado en la edición de noviembre de 1994 de esta publicación,‘cualquier artefacto tecnológico… puede verse tanto como una herramienta algo funcional o que opera en el mundo o como un reino, una visión del mundo reconceptualizada con la teoría/tecnología puesta en primerplano ‘. Esta dicotomía evoca fuertemente una descripción macluhiana de la ‘interiorización’ de la tecnología.

En este momento de la historia, la cultura occidental existe dentro del reino del mundo escrito; las herramientas de la escritura están tan engarzadas en nuestro sentido de las cosas, dice McLuhan, que la manera cómo vemos, la manera cómo dibujamos, la manera cómo hacemos matemáticas, la propia manera cómo existimos, está afectada por la linealidad impuesta en nuestro (sub)consciente por nuestra literalidad societal.

La escritura ha sido interiorizada por nuestra sociedad. No siempre fue así; antes de que la prensa de Gutenberg permitiera la producción masiva de impresos, el alfabeto fonético mismo era una herramienta especializada disponible sólo para los copistas y clérigos. ¿Pero cómo sabemos que cuando nos hemos trasladado a esta interiorización, nos hemos trasladado de ver un tipo de literalidad como herramienta, a existir dentro de ella como un reino? McLuhan ha sostenido que sólo podríamos alcanzar esto mediante una retrospectiva completa, a menudo la retrospectiva de muchas generaciones.

Y está el problema de enfrentar la primera generación de ciberpunks y cibernautas: ya que la totalidad de la cultura (pos)moderna no ha interiorizado todavía la tecnología virtual, no podemos definir, mucho menos criticar el ‘reino’ del ciberespacio. De hecho, si el ciberespacio no existe —al menos no de la manera que podemos hablar sensiblemente de él— entonces, ¡qué demonios! ¿De qué sirve hablar de eso?

Bueno, el ciberespacio está siendo creado —o tal vez está siendo descubierto— y está en proceso de ser interiorizado.

Por fortuna las visiones (herramientas) que Gibson ha proporcionado pueden hacer la transición un poco más rápida; el mismo autor dijo: ‘Siempre me sorprendo un poco cuando me topo con gente que piensa que la tecnología es algo que está fuera del individuo, que uno puede ya sea aceptar o rechazar. Eso es verdad en un sentido, pero en esta etapa del partido nosotros SOMOS la tecnología’.

¡Por Favor No Me Ampute Mi Todo!

Así, pues, nos volvemos al artista para ver las maneras de concebir los usos de las nuevas herramientas que nos pueden ayudar a descubrir/crear el nuevo reino —el reino del ciberespacio. El autor/artista John Perry Barlow visitó en la Universidad de Carolina del Norte, lo que él llama el estado actual del ciberespacio primordial a través de la tecnología de realidad virtual, y concluyó: ‘Es como si le hubieran amputado todo a uno’, lo cual evoca exactamente esta descripción menos poética de Trench: ‘En el ciberespacio, la sensorialidad individual se hace parte del computador’.

Compárese esto momentáneamente con la aserción de McLuhan en La Comprensión de los Medios como Extensiones del Hombre: ‘Cualquier invención de tecnología es una extensión de la autoamputación de nuestros cuerpos físicos, y tal extensión también demanda nuevas proporciones o nuevos equilibrios entre los otros órganos y extensiones del cuerpo’ (45). Si tanto Barlow como McLuhan están en lo cierto, entonces la existencia en el ciberespacio es teóricamente imposible, porque si verdaderamente substraemos completamente nuestra percepción de nuestros sentidos físicos (‘tener amputado nuestro todo’), entonces no tenemos habilidad para ajustarnos a otras proporciones.

Así…, de acuerdo a Benedikt, el ciberespacio no existe; y de acuerdo a una combinación lógica de McLuhan y Barlow, si existe, de todas maneras no podríamos ir allí —al menos de acuerdo a las reglas de la lógica, lineares, determinadas por la palabra impresa, que nosotros hemos interiorizado culturalmente por más de medio milenio. Podemos ver en la fantasía de un artista ‘algo bueno a que apuntarle’, pero ¿con qué objeto, si es verdaderamente un sueño imposible? La respuesta —para mí, en todo caso— llegó, irónicamente, a través del correo electrónico.

Como parte de una discusión en curso entre los miembros de un grupo colaborativo que discute sobre computadores y escritura, recientemente escribí que encontraba refrescante el realismo algo pesimista de Benedikt en un campo donde la mayoría de las definiciones de ciberespacio están llenas de fantasía; era grato, pensé, oír a un autor sostener que el reino no existía. Inmediatamente, Bill Hart-Davidson de la Universidad de Purdue respondió:

‘¿Dice Ud. que la visión muy romántica de Gibson (y quiero decir eso en su más completo sentido epistemológico) del ciberespacio no existe? Aceptado. Pero, ¿sabe? eso no es lo que estamos esperando. Una vez vi en un reportaje de la PBS donde un tipo estaba frente a su casa recientemente destrozada. Un tornado la había golpeado. De todos modos, él dice, ‘ni siquiera lo oímos venir’. Alguien nos dijo que sonaba como un tren que se aproxima, pero no oímos ningún tren… ‘

Lección: no todos los tornados suenan como un tren.

Tal vez eso era lo que McLuhan estuvo diciendo todo el tiempo; el medio es el mensaje porque estamos sesgados por nuestras propias expectativas y limitaciones interiorizadas. Si estamos buscando exactamente lo que esperamos, podríamos perder lo que podemos hacer.

Lección: no todos los nuevos medios actúan como los viejos medios. McLuhan estaría de acuerdo.

FUENTE

Michael E. Doherty, Jr.

Department of Language, Literature & Communication.
Rensselaer Polytechnic Institute. New York.

Este articulo se publica con la debida autorización del autor. Apareció originalmente en la revista virtual Computer Mediated Communication, New York, Septiembre 1995. Ha sido traducido por el profesor Oscar Aguilera, de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile.

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