2. La forma en que el Sistema explota el impulso de rebelión.
Todos en la sociedad moderna estamos atrapados en una tupida red de normas y regulaciones. Estamos a merced de grandes organizaciones tales como grandes empresas, gobiernos, sindicatos, universidades, iglesias y partidos políticos y, en consecuencia, carecemos de poder. Como resultado de la servidumbre, de la impotencia y de otras vejaciones que el Sistema nos inflige, existe un sentimiento de frustración generalizado, que conduce a un impulso de rebelión. Y aquí es dónde el Sistema realiza su mejor truco: mediante un brillante juego de manos, convierte la rebeldía en algo que le resulta beneficioso.
Muchas personas no comprenden las raíces de su propia frustración y, en consecuencia, su rebeldía está mal encaminada. Saben que quieren rebelarse, pero no saben en contra de qué. Casualmente, el Sistema es capaz de aplacar su necesidad de rebeldía proveyéndoles de una lista de injusticias prefabricadas y estereotipadas en contra de las cuales puedan rebelarse: el racismo, la homofobia, los problemas de las mujeres, la pobreza, la explotación laboral… el “kit” completo con todo el batiburrillo de ridiculeces propias del manual del activista.
Una inmensa cantidad de aspirantes a rebeldes se tragan el anzuelo. Al combatir el racismo, el sexismo, etc., lo único que hacen es trabajar en favor del Sistema. En vez de darse cuenta de ello y reconocerlo, se imaginan que están rebelándose en contra del Sistema. ¿Cómo es posible que esto suceda?
Primero, hace cincuenta años el Sistema no promovía aún la igualdad para los negros, las mujeres y los homosexuales, así que, entonces, las acciones en favor de esas causas realmente eran una forma de rebelión. En consecuencia, esas causas llegaron a ser consideradas convencionalmente como causas rebeldes. Y han mantenido ese estatus hasta hoy simplemente debido a la tradición, ya que cada nueva generación de rebeldes imita a las anteriores.
Segundo, como ya he apuntado antes, hay aún una cantidad significativa de personas que se resisten a los cambios sociales que el Sistema requiere. Y algunas de esas personas representan incluso la autoridad, como por ejemplo, algunos policías, jueces o políticos. Estos reaccionarios constituyen un objetivo para los presuntos rebeldes, alguien contra quien rebelarse. Ciertos personajes célebres ayudan al éxito de este truco despotricando en contra de los activistas: el hecho de ver que han hecho enfadar a alguien refuerza la ilusión de los activistas de que se están rebelando.
Tercero, con objeto de entrar en conflicto incluso con la mayoría de gestores del Sistema que sí aceptan totalmente los cambios que el Sistema demanda, los presuntos rebeldes insisten en soluciones que van más allá de lo que esos gestores del Sistema consideran prudente y muestran una ira desproporcionada respecto de asuntos triviales. Por ejemplo, demandan el pago de compensaciones para las víctimas de supuestas injusticias y a menudo se ponen hechos una furia ante cualquier crítica dirigida a un grupo minoritario, no importa lo prudente y razonable que ésta sea.
De este modo, los activistas son capaces de mantener la ilusión de que se están rebelando contra el Sistema. Pero esa ilusión es absurda. La agitación contra el racismo, el sexismo, la homofobia y temas similares no supone mayor rebelión contra el Sistema que protestar contra el fraude o la corrupción en la política. Aquellos que luchan contra el fraude y la corrupción no se están rebelando sino que actúan en favor del Sistema, lo refuerzan: ayudan a que los políticos obedezcan las normas del Sistema. Y, de un modo similar, aquellos que actúan en contra del racismo, el sexismo y la homofobia están también reforzando el Sistema: ayudan al Sistema a suprimir las actitudes racistas, sexistas y homofóbicas que se desvían de sus necesidades y le causan problemas.
Pero los activistas no actúan sólo como reforzadores del Sistema. También sirven a modo de pararrayos para proteger el Sistema dirigiendo el descontento público lejos del Sistema y sus instituciones. Por ejemplo, existen varios motivos por los que el Sistema se ha visto favorecido por la salida de las mujeres fuera de sus hogares y por el empleo femenino. Si, hace cincuenta años, el Sistema, representado por el gobierno o los medios de comunicación, hubiese comenzado súbitamente a difundir campañas de propaganda con el fin de hacer socialmente aceptable que las mujeres centrasen sus vidas en promocionarse laboralmente en vez de permanecer en el hogar, la natural resistencia humana al cambio habría ocasionado un descontento público generalizado. Lo que realmente sucedió fue que estos cambios fueron encabezados por las feministas radicales, tras las cuales las instituciones del Sistema avanzaban tímidamente guardando una distancia de seguridad. El descontento de los miembros más conservadores de la sociedad se dirigía principalmente en contra de las feministas radicales en vez de en contra del Sistema y sus instituciones, porque los cambios promovidos directamente por el Sistema parecían lentos y moderados en comparación con las soluciones más radicales defendidas por las feministas, e incluso esos cambios relativamente lentos eran vistos como algo impuesto al Sistema mediante la presión ejercida por parte de los radicales.
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3. El mejor truco del Sistema.
Así que, en resumen, el mejor truco del Sistema consiste en lo siguiente:
a) Por el bien de sus propias eficiencia y seguridad, el Sistema precisa llevar a cabo cambios sociales profundos y radicales para irse adaptando a las condiciones resultantes del progreso tecnológico.
b) La frustración debida a las condiciones de vida impuestas por el Sistema produce impulsos de rebeldía.
c) Los impulsos de rebeldía son aprovechados por el Sistema en favor de los cambios sociales que éste precisa; los activistas se “rebelan” contra viejos y obsoletos valores que carecen ya de utilidad para el Sistema y en favor de nuevos valores que el Sistema necesita que aceptemos.
d) De este modo, los impulsos de rebeldía, que de otro modo podrían ser peligrosos para el Sistema, encuentran una forma de expresión que no sólo no es dañina para el Sistema, sino que le es útil.
e) Buena parte del descontento resultante de la imposición de cambios sociales, en lugar de dañar al Sistema y a sus instituciones, es dirigida contra los radicales que promueven los cambios sociales.
Por supuesto, este truco no es algo previamente planeado por los gestores del Sistema, que ni siquiera son realmente conscientes de que están llevándolo a cabo. La forma en que todo ello funciona es algo así:
Al decidir qué postura tomar acerca de cualquier asunto, los redactores y los dueños de los medios de comunicación de masas han de sopesar, consciente o inconscientemente, varios factores. Han de considerar el modo en que los lectores o espectadores reaccionarán ante lo que ellos impriman o difundan acerca del asunto, han de considerar el modo en que sus anunciantes, sus colegas de otros medios y otras personas poderosas reaccionarán y han de considerar el efecto que tendrá para la seguridad del Sistema aquello que hagan público.
Estas consideraciones prácticas por lo general tendrán un peso mayor que cualquier tipo de sentimientos personales que esas personas puedan tener acerca del tema en cuestión. Los sentimientos personales de los directivos de los medios de comunicación de masas, de sus anunciantes y de otras personas poderosas son diversos. Pueden ser liberales o conservadores, religiosos o ateos. La única característica común que presentan todos los dirigentes es su compromiso con el Sistema, con su seguridad y con su poder. En consecuencia, mientras esté dentro de los límites impuestos por lo que el público esté dispuesto a aceptar, el principal factor determinante de las actitudes propagadas por los medios es un fuerte consenso en las opiniones de los directivos de los medios y de otras personas poderosas acerca de lo que es bueno para el Sistema.
Por tanto, cuando un redactor u otro directivo de los medios de comunicación de masas han de decidir qué actitud tomar respecto a un movimiento o una causa, su primer pensamiento es determinar si lo que el movimiento implica es algo bueno o malo para el Sistema. Quizá traten de convencerse a sí mismos de que su decisión está basada en principios morales, filosóficos, o religiosos, pero es un hecho evidente que en la práctica la seguridad del Sistema tiene preferencia sobre cualquier otro factor a la hora de determinar las actitudes de los medios de comunicación de masas.
Por ejemplo, si el redactor de una revista de actualidad evalúa el movimiento de las milicias[iii] puede que personalmente simpatice con algunos de sus objetivos y principios, o puede que no, pero también prestará atención al hecho de que existe un fuerte consenso entre sus anunciantes y sus colegas de otros medios acerca de que el movimiento de las milicias es potencialmente peligroso para el Sistema y por consiguiente debería ser desprestigiado. Bajo tales circunstancias, ese directivo sabe que a su revista le conviene mostrar una actitud negativa hacia el movimiento de las milicias. Y presumiblemente, la actitud negativa de los medios de comunicación de masas forme parte de los motivos por los que el movimiento de las milicias ha decaído.
Cuando ese mismo redactor evalúa el feminismo radical, ve que algunas de sus propuestas serían peligrosas para el Sistema, pero también ve que el feminismo implica muchas cosas que son útiles para el Sistema. La participación de las mujeres en el mundo de los negocios y en campos tecnológicos incrementa el grado de integración de ellas y de sus familias en el Sistema. Sus aptitudes son de gran utilidad para el Sistema en lo que a negocios y a asuntos tecnológicos se refiere. El énfasis feminista en acabar con la violencia doméstica y la violación también sirve a las necesidades del Sistema, ya que la violación y los malos tratos, al igual que otras formas de violencia, son peligrosos para el Sistema. Y quizá lo más importante, el redactor conoce el hecho de que el trabajo domestico moderno, aburrido y carente de alicientes, así como el aislamiento social propio de las modernas amas de casa, pueden generar una grave frustración en muchas mujeres; frustración que causará problemas al Sistema a menos que se ofrezca a las mujeres una salida mediante carreras profesionales en el mundo de los negocios y de la tecnología.
Incluso si este redactor es un machista que personalmente se siente más cómodo con las mujeres en una posición de subordinación, sabe que el feminismo, al menos en sus versiones relativamente moderadas, es bueno para el Sistema. Sabe que su postura editorial ha de ser favorable al feminismo moderado o de lo contrario sufrirá la desaprobación de sus anunciantes y de otra gente poderosa.
Y esta es la razón por la que la actitud de los medios de comunicación convencionales ha sido generalmente favorable al feminismo moderado, variada, según el medio y el momento, respecto del feminismo radical y marcadamente hostil hacia las posturas feministas más extremas.
A través de este tipo de proceso, los movimientos rebeldes que son peligrosos para el Sistema son objeto de propaganda negativa, mientras que los movimientos rebeldes que son considerados útiles para el Sistema reciben un moderado apoyo por parte de los medios.
La absorción inconsciente de la propaganda mediática influencia a los supuestos rebeldes incitándoles a “rebelarse” de formas que sirven a los intereses del Sistema.
Los intelectuales universitarios también juegan un importante papel en la realización del truco del Sistema. A pesar de que les encanta presentarse a sí mismos como pensadores independientes, los intelectuales constituyen (salvo honrosas excepciones) el grupo social más sobresocializado[iv], más conformista, más dócil y más domesticado de la sociedad moderna actual. Como resultado de ello, su impulso de rebeldía es particularmente fuerte. Pero, como son incapaces de pensar independientemente, la rebelión real es imposible para ellos. En consecuencia, son unos primos que caen en el truco del Sistema, lo cual les permite irritar a cierta gente y gozar de la ilusión de estar rebelándose sin haber desafiado siquiera los valores más básicos del Sistema.
Debido a que son profesores de la gente joven, los intelectuales universitarios ayudan al Sistema a aplicar su truco a los jóvenes. Y lo hacen dirigiendo los impulsos de rebeldía de los jóvenes hacia objetivos inocuos, prefabricados y estereotipados: el racismo, el colonialismo, los problemas de las mujeres, etc. La gente joven que no es universitaria aprende a través de los medios de comunicación, o a través del contacto personal, acerca de las causas de “justicia social” en favor de las cuales los estudiantes se rebelan, e imita a esos estudiantes. Así pues, se desarrolla una cultura juvenil en la cual hay un modo estereotipado de rebelión que se expande a través de la imitación de los demás -del mismo modo que los estilos de peinado, vestido y otras novedades se extienden por imitación.
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