El descomunal rédito que las corporaciones farmacéuticas han obtenido a raíz de la Covid-19, anima a los directivos para prolongar al máximo esta fructífera situación.
Asimismo, el grado de complicidad de las autoridades hacia sus intereses, el seguidismo acrítico que han encontrado en los medios y, finalmente, la incomprensible docilidad manifestada por la población, les permite presentarse públicamente sin tapujos.
De esta forma, Stéphane Bancel, director ejecutivo de Moderna , revelaba cuáles son las intenciones del sector en relación con la vacuna contra el SARS-CoV-2. El objetivo, tal y como ha afirmado en una reciente entrevista concedida a la CNN International , consiste en introducir con periodicidad anual una única inyección capaz de combatir la Covid-19, la gripe y el virus respiratorio sincicial.
Por supuesto, esta vacuna combinada estará basada en tecnología de ARN mensajero y estará dirigida a la totalidad de la ciudadanía. El CEO de la compañía estadounidense ha defendido las bondades de este plan de inyección anual, equipándolo a estrenar el último modelo de iPhone cada mes de septiembre, obteniendo así “nuevas aplicaciones y actualizaciones”.
No se trata de una comparación casual. La exposición de Bancel pone de manifiesto el anhelo de la Big Pharma para inocular la obsolescencia programada en la salud humana. El impacto provocado por la aplicación sostenida de estos fármacos sobre los procesos biológicos y celulares, distorsiona la respuesta inmune innata del paciente. En paralelo, sucesivas campañas mediáticas advirtiendo de nuevas variantes incentivarán la demanda de vacunas entre individuos cada vez más dependientes. Así se alcanza un flujo de beneficios continuado.
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