El autor reconoce que la tecnocracia es una etiqueta impuesta a China por Occidente, pero sugiere que un término opuesto, «humanocracia», sería más apropiado culturalmente.
Luego concluye que «el mundo necesita que las virtudes del sistema de gobierno propio de China se apliquen a la gobernanza global.» Los apologistas occidentales de como Albrow deberían experimentar la represión de China de primera mano antes de decirnos lo maravillosa que es. ⁃ Editor de TN
Las instituciones de las Naciones Unidas y todos los acuerdos internacionales y multilaterales que se extienden por el planeta no son la única fuente de gobernanza global. Ésta descansa, como el orden de cualquier sociedad, en las creencias y prácticas compartidas de las personas, en este caso de los pueblos del mundo, tomados en su totalidad.
Por esta razón, el ejemplo de la gobernanza de China es cada vez más importante.
La contribución de China al mundo de mañana surge de su propia y única forma de gobernar, que tiene sus raíces en milenios de historia.
China siempre ha sido diferente. Tiene una historia de administración predominantemente centralizada que abarca muchos siglos. Ha injertado la educación en el estatus social. Su sistema de gobierno perpetuó el estudio y la práctica de la cultura tradicional durante toda la vida por parte de su personal y de todos los que aspiraban a un cargo.
Aunque se asocia con el nombre de Confucio, esa cultura está arraigada en un código moral que rige la vida familiar y las relaciones sociales y que ha impregnado la sociedad china desde tiempos inmemoriales.
La cultura china hace especial hincapié en la plasmación de las normas en las relaciones y en la fusión de los principios morales con la interacción social. Sólo un neologismo como «reciprocidad» puede empezar a transmitir este carácter cultural único de las relaciones sociales chinas.
La consigna del Partido Comunista de China, el socialismo con características chinas, se entiende tan fácilmente en China como un mensaje de continuidad. Con más de 90 millones de miembros, el Partido aparece en todos los niveles de la organización social, desde la aldea o la fábrica hasta los niveles más altos del gobierno, como el guardián contemporáneo de los valores y el orden moral chinos.
China cuenta con un sistema de gobierno versátil que responde a los cambios del presente. Combinando los principios con el pragmatismo, rivaliza con los legendarios marcos de Occidente, resumidos ampliamente como «democracia liberal» o «representativa».
Si se considera erróneamente el sistema actual de China como una anomalía momentánea, el error inverso y equivalente es considerar el orden occidental como la expresión duradera y permanente de los valores universales.
Para entender el lugar de China en el mundo actual, debemos reconocer lo peculiar que es Occidente. El singular sistema de gobierno de China escapa a las categorías convencionales del pensamiento político occidental. La tecnocracia ha sido un término occidental que ha intentado transmitir la naturaleza transformada de la gobernanza moderna. Para China, mi sugerencia es que se necesita un nuevo término. El término «humanocracia» se acerca más a la idea de las relaciones que existen en toda la sociedad entre el pueblo y el Partido, y el papel de éste en la protección de los valores sociales.