Los coches que se conducen solos parecen un avance realmente asombroso en la tecnología humana.
Sin embargo, el advenimiento de los cierres urbanos han mostrado sólo una muestra del tipo de peligros que vendría con su adopción generalizada. Aunque nos liberarían de muchos de los peligros de la carretera y liberarían tiempo para trabajar o disfrutar de un paseo, el precio de esta liberación es en realidad un nivel de control gubernamental sin precedentes.
Algunos defensores de los coches autoconducidos sostienen que su adopción significaría que muy pocas personas serían ya propietarias de un vehículo, y que en su lugar todo el mundo iría básicamente en Uber a todas partes.
Tesla es un ejemplo de ello. A diferencia de un coche «tradicional» que sale del aparcamiento y desaparece en el tráfico, los coches de Tesla están perpetuamente conectados a Internet y a la propia Tesla. Como pionero en la conducción autónoma de coches, parece probable que otros fabricantes también se basen en el concepto de Tesla, que a su vez es similar a otras numerosas tendencias de «electrodomésticos inteligentes», desde la iluminación de la casa hasta los frigoríficos, hornos y lavadoras. Aunque esta conectividad tiene grandes usos, como permitir que las reparaciones se realicen a distancia, el peligro es evidente.
Los clientes se han quejado de que les han quitado funciones de su Tesla sin avisarles ni autorizarles, lo que llevó a un periodista a comentar que «si alguien compra un coche usado con control de crucero, no se espera que el fabricante llegue y pida que se lo quiten», aunque ya ha ocurrido algo parecido. Del mismo modo, Tesla recopila grandes cantidades de datos de sus coches, lo que sin duda es útil y necesario para seguir mejorando el sistema y solucionar los fallos, pero es peligrosamente ingenuo creer que esos datos quedarían fuera del alcance del gobierno si lo quisiera.
Por último, sigue existiendo el mismo peligro con el Ubering universal. El Tesla o cualquier coche de autoconducción que naturalmente requiera algún nivel de conexión a Internet puede ser apagado a distancia. Por muy genial que pueda parecer Tesla, las probabilidades de que desafíe una orden estatal para inutilizar su flota en nombre de la «seguridad pública» o cualquier otra excusa que se le ocurra al gobierno son muy escasas.
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