La revolución biolítica
El Siglo XXI asistirá de forma inevitable a un conflicto entre las grandes religiones monoteístas (Islam, Cristianismo, Judaísmo, religión laica de los Derechos humanos) y los descubiertos de la tecnociencia en los dominios de la informática y de la biología.
En su libro La Revolución biolítica, (Albin Michel, 1998), Hervé Kempf explica que la ciencia está cumpliendo un “pasaje” comparable al de la revolución neolítica que hizo transitar al homo sapiens de la recolección y de la caza a la agricultura, la ganadería y el modelaje del medio ambiente. Estamos viviendo una segunda gran mutación tanto biológica como informática. Esta revolución se produce por la transformación artificial de los seres, la humanización de las maquinas (futuros ordenadores cuánticos y sobre todo biotrónicos) y las interacciones hombre-robot que producen.
El antropocentrismo y la definición unitaria de la “vida humana”, como valores en sí mismos, que constituyen los dogmas centrales tanto de las religiones monoteístas como de las ideologías igualitarias de la modernidad, van a entrar en contradicción brutal con las posibilidades que ofrece la tecnociencia, sobre todo la alianza “infernal” de la informática y de la biología. Un conflicto mayor se va a oponer entre los laboratorios y los dirigentes políticos y religiosos que intentarán censurar y limitar las aplicaciones de los descubiertos. Y no es seguro que lo conseguirán…
Los nacimientos artificiales en incubadores, los robots biotrónicos inteligentes y “parasensibles”, cuasihumanos, las quimeras (síntesis hombre-animal cuya patente ya ha sido registrada en los Estados Unidos), los “manipulatos” u hombres transgénicos”, los nuevos órganos artificiales que multiplican las facultades naturales, la creación de superdotados o de superresistentes por medio del eugenismo positivo, las clonaciones, etc., van a hacer tremblar la vieja concepción igualitaria y sacral del ser humano, aun con más fuerza que Darwin y las teorías evolucionistas. La “manufactura de lo humano” ya se está preparando: fabricación de órganos artificiales, procreación asistida, estimulación de las funciones cerebrales, etc., y la confección de maquinas con procesos biológicos (ordenadores neuronales, chipes de ADN), será posible en muy poco tiempo. Son todas las definiciones de lo humano, de lo viviente y de la maquina las que tendrá que ser reformuladas. Hombres artificiales y maquinas animales…
En el Siglo XXI, el hombre no será nunca más lo que fue. A todo esto seguirá una angustia ética cuyos efectos serán devastadores. Un choque mental, con consecuencias imprevisibles, se producirá probablemente entre dos mundos: el de la nueva concepción biotrónica o biolítica y el de la antigua concepción de las grandes religiones y de la filosofía moderna igualitaria de los Derechos Humanos.
Únicamente una mentalidad neoarcaica podrá soportar este choque, porque antiguamente, desde los incas a los tibetanos, de los griegos a los egipcios, no era el hombre el que estaba situado en el centro del mundo, sino las divinidades, que podían perfectamente encarnarse en toda otra forma de vida.
La tecnociencia del futuro nos invita no a deshumanizar al hombre, sino a dejar de divinizarlo. ¿Es el fin del humanismo? Es cierto.
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Genética e inigualitarismo
Una de las tesis centrales del “arqueofuturismo” es la siguiente: paradójicamente, la tecnociencia del Siglo XXI va a destruir los fundamentos de la modernidad. La genética va rehabilitar las cosmovisiones inigualitarias arcaicas. Un ejemplo sencillo en el tema genético: el establecimiento de la “tarjeta del genoma humano”, el estudio de las enfermedades hereditarias, el desarrollo de las terapias genéticas, las investigaciones básicas sobre la quimba del cerebro, sobre el SIDA y las enfermedades vírales, etc., ya empiezan a mostrar concretamente la desigualdad del hombre. La comunidad científica está atrapada en un torno: ¿cómo obedecer la censura de lo políticamente correcto, ceder al terrorismo intelectual del igualitarismo y a la vez proclamar las verdades científicas eventual y terapéuticamente útiles? Estamos en las puertas de un conflicto, un conflicto grave. Ya, los genéticos, los sexólogos, los virólogos, tapan con dificultad que uno de los mitemas canónicos de la religión de los Derechos Humanos, es decir la hipótesis de la igualdad genética entre los grupos humanos y la individualización genética de los humanos, es una fábula científica.
De otra parte, está claro que las biotecnologías (la concepción asistida, las chips biotrónicos implantados en el cerebro, los órganos artificiales dopados, las clonaciones, las terapias génicas, la manipulación del genoma transmisible, todas estas tecnologías que son realmente la aplicación del eugenismo), no serán accesibles a toda la gente ni reembolsadas por la Seguridad Social, ni aplicables fuera de los grandes países industriales. Un eugenismo de facto, propuesto a una minoría cuya esperanza de vida estará prolongada: el colmo del inigualitarismo en el corazón de la civilización igualitaria moderna. Otro problema importante: ¿cómo van a reaccionar los humanistas antropocéntricos cuando se produzcan las quimeras (híbridas hombres-animales) para crear bancos de órganos o de sangre, para dopar el esperma, probar los medicamentos? ¿Intentarán prohibirlo? No podrán. Para soportar el choque global de la genética del futuro, se tendrá que tener una mentalidad arcaica.
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FUENTE: Fragmento del capítulo 3, «Palabras ideológicamente disidentes«, del libro Arqueofuturismo de Guillaume Faye